Me acuerdo de mi alianza de plata bailando en el dedo gordo de tu mano derecha.
Me acuerdo de la forma de tus labios cuando nos despedimos en la parada del autobús que te llevaría de nuevo junto a tu novio.
Me acuerdo del semáforo junto al Mac Donlad´s en el que aguardabas a que fuese yo aquella vez el que preguntara si querías que pasáramos la tarde juntos.
Me acuerdo de las empanadas y tartas de queso que comprábamos tanto con pesetas como con euros.
Me acuerdo de observarte las orejas cada mañana para comprobar si te habías puesto los pendientes que te regalé al volver de las vacaciones de Navidades.
Me acuerdo de la vergüenza ajena con la que me mirabas cuando me reía a carcajadas durante aquella película de Disney que vimos en el cine.
Me acuerdo de cómo intentabas cambiar un billete de avión para tu hermana en una agencia de viajes mientras yo te miraba de lejos y me preguntaba: «¿Pero por qué demonios querrá esta mujer pasar tanto tiempo conmigo?»
Me acuerdo de sacarme el chicle de la boca minutos antes de despedirnos por si lo hacíamos con un beso en los labios.
Me acuerdo de mi mano apoyada sobre tu bolso porque no me atrevía a rodearte con mis brazos por la cintura.
Me acuerdo de cuando te acompañé a elegir las invitaciones para tu boda y la persona que nos atendió pensó que yo era tu novio.
Me acuerdo de la cafetería de El Corte Inglés en la que tú me ofreciste las palmas abiertas de tus manos.
Me acuerdo de cuando te conté la primera vez que me enrollé con una chica mientras tú te partías de risa.
Me acuerdo de cómo me temblaban las manos en el hotel cuando me estaba poniendo los gemelos justo antes de salir hacia la iglesia en la que te casarías en apenas unos minutos.
Me acuerdo de las llamadas perdidas que me hacías al móvil a las tantas de la madrugada cuando no eras capaz de dormirte.
Me acuerdo de que dejaste que te acariciara la mano durante algunos segundos cuando nos reconciliamos tras aquella pelea que tuvimos.
Me acuerdo de las fotografías de tu boda en las que soy yo el que parece el novio y no tu marido.
Me acuerdo de la primera vez que querías estar en otra parte mientras estabas conmigo.
Me acuerdo de la columna del Metro en la que estábamos apoyados cuando te confesé lo mucho que me gustabas justo después de que tú me dijeras que te gustaba el color de mis ojos cuando les daba la luz de determinada manera.
Me acuerdo del desprecio con el que me miraste cuando no quise quedarme a dormir en aquel pueblo junto con todos aquellos amigos porque tenía que trabajar al día siguiente.
Me acuerdo de ti y de mí sentados en un bar y aislados del resto del mundo para poder mirarnos a los ojos en silencio.
Me acuerdo de la llamada telefónica que me hiciste dos días antes de tu cumpleaños para tratar de que aún fuese tu amigo.
Me acuerdo de cuando se me saltaron las lágrimas al despedirnos y luego tú me llamaste por teléfono para decirme que entenderías que quisiera alejarme de ti durante algún tiempo.
Me acuerdo de cuando me dijiste por teléfono: «Lo que me gustaría ahora mismo es estar contigo en una cabaña apartada del mundo, pero éso no va a pasar nunca.»
Me acuerdo de la fotografía que me regalaste y de lo que escribiste en el dorso y de que la guardo como un tesoro y de que a veces la saco de su escondite para mirarla y leerla y luego me echo a llorar por la forma en que terminó torciéndose todo.
Me acuerdo, me acuerdo, me acuerdo.
En realidad me acuerdo de todo, de lo bueno, de lo malo y hasta de lo que no me acuerdo, pero sobre todo me acuerdo de la vida que nunca tuve ni tendré contigo.
________________________________________________________________________________