una persona que no quiere entender
que después de estar trabajando de pie durante siete horas al día y seis días a la semana, se te quedan las piernas como petardos encendidos a punto de estallar
una persona que no quiere entender
que a veces te levantas de la cama con la cabeza como si te hubieran metido una batidora dentro y la hubiesen tenido encendida durante toda la noche
una persona que no quiere entender
que el simple hecho de mantenerte de pie se convierte en los peores momentos en un ejercicio de funambulista mientras que dos esqueletos se divierten agitando la cuerda de la que pende tu vida
una persona que no quiere entender
que el insomnio puede llegar a cambiarte la piel y los músculos por un montón de trapo sucio y de relleno de cojín
una persona que no quiere entender
que mantener el equilibrio depende de una mano vertiginosa que te aprieta más o menos el cerebro por la nuca y te bambolea de un lado a otro a su antojo
una persona que no quiere entender
que a veces te duermes por la noche en un lecho de plumas pero luego te despiertas por la mañana sobre la cama de un faquir
una persona que no quiere entender
que ni aun en silencio y en reposo hay silencio ni reposo porque es entonces cuando el cuerpo aprovecha para gritar aún más y mejor su dolor indescifrable
una persona que no quiere entender
que el colmo de la felicidad puede llegar a ser nada más que dejar de sentir dolor, que dejar de sentir a secas, aunque sólo sea por el breve tiempo que dura una tarde sin pensar en ningún futuro que lo joda todo
una persona que no quiere entender
que demasiado a menudo A y A son las únicas y dolorosas opciones entre las que puedes elegir
una persona que no quiere entender
que ni los premios de tercera consolación están ya al alcance de tu mano porque tu mente es incapaz de ordenarle a tu brazo que se mueva ni un solo milímetro
una persona que no quiere entender
que a diferencia de los del placer, los matices del dolor son tan infinitos
una persona que no quiere entender
que cuando parece que te recuperas un poco y mejor te encuentras, también es mayor el temor acerca del momento en el que la enfermedad regresará para asestarte su siguiente golpe enloquecedor
una persona que no quiere entender
que los planes que van más allá de cuatro horas en el futuro se han convertido en un chiste macabro contado por un mono disfrazado de Dios
una persona que no quiere entender
que tu cuerpo ha dejado de regirse por cualquier tipo de causalidad a partir de la cual poder imponer un mínimo orden en tu mundo
una persona que no quiere entender
que a veces piensas la locura de que lo mejor para olvidarte de un dolor que ya te tiene harto harto harto es que venga otro diferente —e incluso mayor— que lo enmascare
una persona que no quiere entender
que las trazas del dolor en los gestos de tu cara te impiden ya cualquier desahogo a través de las lágrimas
una persona que no quiere entender
que la angustia es un gas venenoso que inunda la habitación en la que estás encerrado y sólo puedes o respirar y envenenarte o aguantar la respiración y morirte
una persona que no quiere entender
que cuando parece que ya has controlado algo mínimamente, de repente surge un nuevo infierno que hasta tú mismo puedes haber provocado inconscientemente
una persona que no quiere entender
que vivir atormentado por el «y si hubiera hecho lo otro y no lo que he hecho…» es una vida que no es una vida que es un infierno que no sabes lo que es pero que lo sabes perfectamente y que ya no entiendes nada y sólo eres capaz de echare las manos a la cabeza diciendo «¡Dios mío, Dios mío, Dios mío…!»
una persona que no quiere entender
que ahora nada más que sobrevives envenenado por la pena de la ruptura entre tu cuerpo y tú y por no saber si tu cuerpo te ha fallado a ti o si eres tú el que le ha fallado a tu cuerpo
una persona que no quiere entender
que para que un amigo —¡¿amigo?!— moribundo se levante la mejor ayuda no es darle patadas en el suelo mientras está agonizando y le gritas «¡levanta, débil de mierda, levanta!»
una persona que no quiere entender
que «la conquista del cielo» te importa ya un pimiento y que lo único que deseas ahora y que mendigas humillado es «salvarte del infierno»
una persona que no quiere entender
que la plegaria, de repente —de repente—, adquiere un sentido cierto en lo más íntimo de tu corazón
una persona que no quiere entender
que a veces es todo y tanto al mismo tiempo
una persona que no quiere entender
que siempre todo puede ser mucho peor y que de hecho lo será en el futuro
una persona que no quiere entender
una persona que no quiere entender
una persona que no quiere entender
es una persona que nunca jamás en la vida entenderá
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